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Naufragio en Malta

En esa embarcación se encontraban pasajeros de todas las nacionalidades, Judíos, Griegos, Romanos, marineros egipcios y otros. Además de unos soldados del ejército romano encagardos de vigilar a los presos. Una sociedad cosmopolita, una representación de los ciudadanos de entonces, reunidos para sufrir la perdición o alcanzar la salvación. Todos en el mismo barco.

Los viajes formaban parte del universo bíblico. Desde las andanzas de Abraham a las de Jesús cruzando Palestina, hacían que circulase la palabra de Dios a través del doble lenguaje de la metáfora, que es una manera de utilizar situaciones concretas para explicar realidades espirituales. Aquí, el salvamento, como centro del relato, se expresa con la misma palabra en griego para referirse a la salvación: Soteria.

Nos encontramos en el agua, pero también en otra superficie por encima de un mundo malvado que querría tragarnos. Por lo tanto se trata de ser rescatados de las aguas y también de ser salvados de una perdición quizás todavía más horrible . El pequeño mundo del barco era un reflejo del gran mundo del Imperio.

La tempestad resultó devastadora. El barco fue a la deriva. Durante catorce días, nadie puedo comer, a causa de tanto trastorno a bordo. Pablo organizó una gran comida que presidió. Pero dos incidentes enmarcan la comida.

El primero consistió en que los marineros botaron una barca para huir a tierra firme, abandonando a la deriva al resto de pasajeros.

Arreglaros sin nosotros. Os dejamos, ha llegado el momento de pensar en nosotros sólos y de salvarnos. Afortunadamente, Pablo se dió cuenta del subterfugio y pidió a los soldados que intervinieran. Éstos sueltaron el bote para que no puediera ser utilizado. ¿Cómo se podría salvar un barco si no hay ni un solo tripulante a bordo? La salvación es colectiva. Los que quieran salvarse sólos se perderán y harán que se pierdan los demás. Esto es verdad, hace dos mil años y sigue siendo verdad en la actualidad. Sin la solidaridad, ese sentimiento de que cada uno es responsable de los otros es decir yendo más allá de lo personal, el mundo está abocado a la deriva.

El segundo incidente, después de la comida, proviene de los soldados que decidieron matar a los presos, antes de alcanzar la otra orilla nadando, temerosos de que aprovechando la situación se pudieran escapar. Querían deshacerse de los más vulnerables, de los más frágiles. Eliminámosles. Estaremos más tranquilos así. El centurión se negó a ello porque apreciaba a Pablo y no quería verle muerto.

En esa comunidad perdida, la salvación es posible a condición de que nadie busque salvarse a sí mismo y que los más frágiles no sean sacrificados. Esta conclusión sigue siendo válida hoy.

Finalmente, el barco zozobra. Todos llegaron nadando a una isla próxima en una especie de « sálvese quién pueda » general. Y todos se salvaron, Judíos y Griegos, creyentes y no creyentes, presos y libres, soldados y civiles, marineros y pasajeros.

Los que no estuvieron a la altura de las circunstancias fueron los que detentaban el poder, los marineros y los soldados. pero la salvación vino de ese insignificante Pablo, que no tenía ningúna autoridad, que era un preso más pero que hablaba, según sus palabras, en el nombre del Dios al cual pertenecía.

En auquella época, como hoy, el mensaje cristiano sigue siendo una palabra sin poder, que no desea sacrificar a nadie, aunque todo vaya mal. Reconozcamos que nuestro mundo no marcha mucho mejor que ese barco de antaño que acabó zozobrando.

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