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EPICURO EL MÉDICO

Julián Mellado

Qué poco nos gusta cuando alguien toma una palabra nuestra sin su contexto natural y trata de desvirtuar el significado para presentar una imagen distorsionada o falsa de uno. Nos indignamos con razón. Pues eso es lo que ha ocurrido con un filósofo, poco leído, que se suele identificar con una forma de vida totalmente alejada de lo que él pretendía enseñar. También se tomaron algunas frases para distorsionar sus significados. De esta manera se pretendía alejar a la gente de este filósofo que podría resultar demasiado inquietante para los poderes políticos y sobre todo religiosos de todas las épocas.
Este filósofo es Epicuro.

Epicuro nace en el 341 a. C ocho décadas después de Platón. Se le conoce (de manera peyorativa mayormente) como el « filósofo del placer ». De ahí que ser un epicúreo significaría más o menos ser un hedonista sin freno, buscando todo tipo de placeres sensuales.
Es cierto que Epicuro hablaba que « el placer es el fin de la vida », y se suele interpretar según lo que cada molde cultural entiende por « placer ». En estos tiempos de sensualidad extrema, se suele pues interpretar la filosofía de Epicuro como la justificación del desenfreno. Claro está que quien haga esto, demuestra que nunca ha leído a Epicuro.
¿Qué entendía pues nuestro filósofo con las palabras el placer es el fin de la vida?
En su carta a su amigo Meneceo, el pensador se expresa con meridiana claridad:

 » Así pues, cuando decimos que el placer es el fin, no estamos hablando de placeres de los viciosos ni de los que reporta una vida disipada, como piensan aquellos que o nos desconocen, o discrepan, o nos malentienden, sino de no sentir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma ».

Estas palabras sería suficientes para deshacer toda esa mala interpretación que ha servido a muchos para calumniar al pensador de Samos. Epicuro piensa que alma y cuerpo son uno, y que si el cuerpo está enfermo o sufriendo, entonces el alma a su vez padece. Hoy en día cuando tomamos un analgésico para mitigar o quitar un dolor de cabeza, estamos siendo epicúreo.
El maestro era un gran observador y cayó en la cuenta de que sus contemporáneos sufrían demasiado por cosas que no eran reales. Y quiso darle otra función a la filosofía, ya no como una disciplina que trata de conocer la realidad sino:

« Contra las enfermedades de la mente, la filosofía dispone de remedios; por esta razón se la considera, con toda justeza, la medicina de la mente »

Según esto, el filófoso no sería un sabio, sino más bien un médico. Y así fue como se vió a sí mismo y sus seguidores. Era un médico que quería ayudar a sanar los hombres de aquello que le impedía acceder a una felicidad posible.

Decía Epicuro: La filosofía es una actividad que, mediante discursos y razonamientos, nos procura la vida feliz ».

En otras palabras, debemos aprender a pensar. El placer del que habla se acerca más bien a la idea de « sentirse bien », y para ello debemos encontrar la manera de acoger el instante. Habitar nuestro presente dándole un significado, aunque sabemos que el presente se convierte en pasado para seguir estando en el presente. Epicuro nos invita a pensar de que somos seres temporales. Muchas veces queremos vivir en un pasado que ya no existe o en un futuro que aún no es. Pasado y futuro tiene por supuesto su lugar en la vida, pero no es el lugar para habitarlo.
Entonces nuestro filósofo trató de averiguar qué era lo que perturbaba el alma de sus contemporáneos. ¿Por dónde se escapaba la vida?
Identificó algo que corroía el interior del hombre: el miedo.
El miedo paralizaba, impedía el disfrute posible de la vida. Además mucho de esos miedos eran sobre motivos falsos, creados por intereses de otros. Una manera de tener al ciudadano sumiso a los requerimientos de los falsarios que eran quienes detentaban el poder. (Por ahí empezó las calumnias contra Epicuro)
Había dos miedos principales. El miedo a los dioses y el miedo a la muerte.
Había que ver qué eran esos dioses. Caprichosos, benévolos o crueles.. Los creyentes tenían que mantener una actividad ritual para aplacarlos, no provocar sus iras.
Dependían de los sacerdotes para calmarlos, manteniendo a la población temerosa y sumisa. El filósofo se rebela contra ello y se atreve a declarar:

« ¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros »
¿Entonces para qué temerlos? ¿Para qué servirlos? ¿Para qué los sacerdotes?
La vida buena depende de nosotros, de saber procurárnosla con sabiduría buscando el placer, es decir la alegría de vivir, cuando es posible. Sin miedos, sin sentirse constreñido por una autoridad exterior. Epicuro enseñaba a buscar los placeres del alma, vivió una vida austera, comía frugalmente (nada de banquetes orgiásticos) y ponía como máximo placer el disfrute de Amistad.

« De todos los bienes que la sabiduría procura para que la vida sea por completo feliz, el mejor con mucho es la adquisición de la amistad ».
 » ¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia ».

Es cierto que unía ese placer a las demandas del cuerpo, pero siempre guiado por la principal virtud epicúrea, la prudencia.
Un placer que tuviera como punto final un gran sufrimiento (como pasaba con la depravación) no era admisible. Y un sufrimiento que aportase al fin un bien vivir era deseable.El problema era entonces como ahora, la falta de sabiduría para escoger lo que nos procura realmente ese bienestar.
Epicuro decía:

« No es lo que tenemos sino lo que disfrutamos, lo que constituye nuestra abundancia ».

Otro de los miedos que esclavizaba al ser humano era el terror a la muerte. Era algo que los sacerdotes en nombre de los dioses explotaban muy bien dando esperanzas ilusorias o temores espantosos .Epicuro era atomista, y no creía en una vida después de la muerte. Por eso encontró una fórmula para « curar » ese miedo a la muerte.

 » La muerte no nos concierne. Pues mientras existimos, la muerte no está presente. Y cuando llega la muerte nosotros ya no somos ».

Había que darle a esta vida del más acá, el significado necesario a cada uno. Llegar al final de nuestras vidas y decir como Borjes: « confieso que he vivido ».

Ahora bien, el filósofo enseñó que había dos cosas más que perturbaban el alma. Una de ellas era la política. Había que situarse en aquella época donde la política era sobre todo un ejercicio de poder, de ambición, sin ética alguna, la búsqueda de la gloria personal. Y la otra crítica de Epicuro se centró en los negocios.
La ambición desmesurada, la persecución de bienes a costa de todo. Para el de Samos, todo esto estaba lejos del « bien vivir », de la felicidad posible. En contestación compró un terreno cerca de Atenas. Lo llamó el Jardín, donde se pudiera disfrutar « de los placeres » (a esta altura espero que se entiende mejor) y donde eran admitidos tanto hombres como mujeres, libres o esclavos. En el Jardín de Epicuro todos podían hablar y disfrutar de la charla filosófica sin restricciones algunas de clase o sexo.
En el Jardín vivía Epicuro con sus amigos, apartado de la sociedad ateniense. De ahí empezaron a surgir « rumores » de lo que pasaba allí. Y no han cesado. Esas calumnias se prolongó a lo largo de los siglos especialmente cuando aumentó el poder de los sacerdotes y su explotación del sufrimiento.
Epicuro no veía ningún mérito en sufrir. Más bien había que procurar mitigar en lo posible todo sufrimiento. Al sentirnos mejor, pensaríamos mejor y sabríamos tomar decisiones más reflexivas.
Los dioses, la muerte, la política y los negocios perturbaban el alma, hacía infeliz a la mayoría, según Epicuro. Ël se vio como un médico al servicio de sus semejantes.
Le dio un significado a la filosofía como medicina. Fue muy amado por sus discípulos y muy odiado hasta el día de hoy, pero muy poco leído.
No hay duda de que tenía cosas criticables, o erróneas. Los estoicos se opusieron a los epicúreos. No convenció a todo el mundo.
Para otros fue una especie de liberador
Si debemos criticarlo, que sea según lo que era y enseñaba, y no por las caricaturas o calumnias.
Para terminar quiero dejar este pensamiento de Epicuro para los que ya hemos alcanzado una cierta edad:

 » No es el joven quien debe ser considerado afortunado sino el viejo que ha vivido bien, pues el joven, en la flor de su juventud, yerra guiado por sus ideas confusas, en tanto que el viejo ha arribado a la vejez como a un puerto seguro, habiendo protegido su verdadera felicidad ».

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À propos Gilles

a été pasteur à Amsterdam et en Région parisienne. Il s’est toujours intéressé à la présence de l’Évangile aux marges de l’Église. Il anime depuis 17 ans le site Internet Protestants dans la ville.

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