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CAYETANO RIPOLL, EL ÚLTIMO EJECUTADO POR SU FE

 Julian Mellado

¿Se puede sentirs uno amigo de un personaje histórico? Es decir, sentir un verdadero afecto por una persona que vivió 200 años antes o más? Obviamente no sería la clase de afecto que profesamos a las personas cercanas, contemporáneas, con fuertes vínculos personales.

Personalmente, siento esa « otra clase de afecto » por unas personas que vivieron hacen mucho, pero en cuya vida, según se puede relatar, me encuentro identificado en algún punto concreto. Algo que me hace « sentirme » próximo a ese « amigo lejano ». En esos casos, me hubiera encantado conococerlos, poder hacerles preguntas, o simplemente mostrarles mi afecto y apoyo.

Uno de esos personajes, es el olvidado Cayetano Ripoll, la última víctima de la Inquisición.

En realidad, la institución como tal ya no existía oficialmente, pero los antiguos inquisidores inventaron, o crearon un sustituto, para poder dar cuenta de los « herejes ». Y con Cayetano se ensañaron especialmente. Estamos en la España del silo XIX.

La Inquisición había sido prohibida por las Cortes de Cádiz, aunque Fernando VII se empeñó en restituirla en 1814. En el Trienio Liberal (1820-1823) fue otra vez prohibida. Después de 1823, los conservadores desearon una nueva restitución pero frente al escándalo que se daría en Europa, trataron de crear algo parecido aunque no llevase el nefasto nombre. El subterfugio se llamó  » Juntas de fe », que sin apoyo oficial del Rey, se dedicó durante un tiempo a las mismas siniestras labores.

Cayetano Ripoll nació en 1778 en Solsona. Luchó contra los franceses durante la Guerra de Independencia como oficial de infantería.

Fue entonces cuando fue hecho prisionero y trasladado a Francia. Ripoll, conoce entonces a un grupo religioso poco conocido en España. Los Cuáqueros. En su juventud había estudiado en las Escuelas Pías de Solsona, y tenía una idea de la religión bastante conservadora. No conocemos hasta qué punto era practicante. Lo cierto es que Ripoll descubre con los cuáqueros, una manera de creer sin dogmas. Una religiosidad fuertemente interiorizada. En ese ambiente de libertad intelectual, lee a los deístas más relevantes de Francia. (Voltaire, Rousseau) y se convierte al Deísmo.

Una fe en Dios, sin dogmas ni iglesias. La clase de deísmo que convierte a Ripoll, entiende a Dios como Creador sumamente bondadoso, que se puede conocer a través de la Naturaleza y la Razón.

Una vez liberado, vuelve a España y se establece en Valencia, en la zona de Ruzafa. Ejerce de Maestro. Su pobreza es máxima, los campesinos le pagan el sustento, muchas veces en especies. ´Lo que sí se conoce de él, además de su extrema pobreza, es que era un hombre de gran bondad. Así lo atestiguan los pocos testimonios de la época que nos han llegado.

Ripoll vive sólo, no se le conoce pareja alguna, familia o amigos especiales. Se dedica a instruir a los niños en una época donde las fuerzas de lo antaño querían volver a tomar las riendas del país.

Corre el año 1824 cuando una denuncia anónima le lleva a tener que comparecer ante Las Juntas de fe. Fue apresado y encerrado por dos años. La Iglesia trató de convencerle de sus errores a través de las visitas periódicas de un teólogo. Pero Ripoll había leído mucho, y sabía en qué creía. Se negó a dejarse convencer. se convirtió en hereje pertinaz.

¿Cuáles fueron las acusaciones contra Cayetano Ripoll?

Básicamente fueron cuatro:

1. Sustituir en las oraciones  durante sus clases, la expresión « Ave María » por  » Alabado sea Dios ».

2. No acudir nunca a misa, ni llevar a sus alumnos.

3. No salir a la puerta para saludar el paso de las procesiones.

4. Comer carne en Viernes santo.

Fue condenado a muerte. Pero el arzobispo Simón López, alma de la operación contra Ripoll, tuvo la « delicadeza » de no mandarlo a la hoguera, sino que lo mandó a la horca. En Europa ya no se quemaba vivo a nadie. Esa condena tuvo algo de grotesco. Además de la horca, prepararon debajo de ella una especie de gran barreño pintado de llamas, para que el cuerpo de Ripoll, una vez muerto, cayera en ese depósito, para que simbólicamente fuera a parar al fuego.

La ejecución, o asesinato, de Cayetano Ripoll se produjo el lunes 31 de julio de 1826. Por lo tanto hace poco que se cumplieron 190 años de aquel triste suceso.

Un suceso que casi no llega a producirse. Las acciones inquisitoriales se efectuaban sobre « cristianos ». En principio, no encontraron la partida de bautismo de Cayetano. Así que si no se podía acreditar de que fue bautizado, entonces la Juntas de fe no tenían jurisdicción sobre él. Al final, la buena colaboración del párroco de Solsona encontrando el documento, facilitó que el proceso llegara hasta el final.

Un cronista recogió las últimas palabras del Maestro de Ruzafa:  » Muero reconciliado con Dios y los hombres ».

Después fue llevado a las afueras del cementerio y enterrado en un lugar, hoy incontrable.

Su ejecución fue un tremendo escándalo. Hasta para las autoridades españolas que no habían refrendado el proceso y ni siquiera la validez de las Juntas de Fe. Pero Simón López, llevó a cabo su plan con la intención de devolver a la iglesia sus antiguos privilegios, como , el de quemar herejes. Este arzobispo fue en su tiempo diputado en las Cortes de Cádiz, abandonando su escaño para no tener que firmar la Constitución, demasiada liberal para sus gustos.. Cuando ejecutó a Ripoll se expresó de la siguiente manera: « Dios quiera que sirva de escarmiento para unos y de lección para otros ». La sepultura de Simón López se encuentra en la catedral de Valencia. Lo que llama poderosamente la atención, y da mucho qué pensar, es que el último arzobispo de la ciudad, Agustín García, pidió ser enterrado a lado del inquisidor.

¿Qué fue lo que me cautivó de Cayetano Ripoll?

Cuando hace unos años descubrí su existencia, solamente por la mención de ser « la última víctima de la Inquisición », emprendí una investigación sobre él. No es mucho lo que se sabe de su biografía, pero sí lo suficiente como para que llamase poderosamente mi atención.

Ripoll fue un hombre honesto. Una vez que estudió las propuestas deístas y vió que eran lo que más le convencía. Abandonó « la religión de siempre ». Algo no comprensible para las religiones dogmáticas. Si alguien abandona « el redil autorizado » debe ser necesariamente por algún motivo poco honroso. Alguna falla moral, por venganza contra los fieles, por traición y apostasía. Tal persona no tiene derechos de expresarse, debe limitarse a guardar silencio, o a padecer las consecuencias de haber abandonado lo religiosamente correcto.

Ripoll fue deísta, creyó en Dios de una manera diferente. Y vivió su fe en una tremenda soledad. No cambió de iglesia, ya que no existe la « iglesia deísta ». Su forma de creer era estrictamente personal, sin admitir ninguna autoridad externa aparte de su propia conciencia.

Me llamó la atención los diferentes testimonios de su « gran bondad », y de su tremenda pobreza. Podría haberse dedicado a otra cosa, y pasar inadvertido. Pero su pasión era la enseñanza, con la esperanza de que algo de la Ilustración llegara a esos rincones perdidos de la Ruzafa del siglo XIX. Admiré su fe en Dios como único soporte en la soledad total de la prisión y frente al acoso de los teólogos católicos.

Ripoll quido morir « reconciliado con Dios y los hombres ». Esta frase demostraba la grandeza de espíritu que tenía. Con Dios se podía entender pero ¿con los hombres?. Acababa de ser víctima de un juicio injusto y de una crueldad sin límite.

Cayetano Ripoll, el hombre de fe y razón, el deísta, el maestro de Ruzafa, el hombre bueno que moría reconciliándose con todos, fue ocupando poco a poco un lugar en mi corazón. Cada 31 de julio, intento hacerle un homenaje personal: ¡ Hasta siempre mi amigo Cayetano!

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À propos Gilles

a été pasteur à Amsterdam et en Région parisienne. Il s’est toujours intéressé à la présence de l’Évangile aux marges de l’Église. Il anime depuis 17 ans le site Internet Protestants dans la ville.

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