Henri Persoz
Traducción Julian Mellado
Me molestan mucho aquellos que dividen el mundo entre creyentes y no creyentes. Sobre todo porque no sé en qué lugar debo colocarme. Soy creyente con los creyentes y no creyente con los no creyentes. Y lo que de verdad me impacta es la cantidad de personas que se dicen no creyentes y que vienen regularmente a nuestros estudios bíblicos y a nuestras reuniones teológicas.
¿Creer en qué? ¿Creer en la existencia de Dios?
Pero ¿ qué es Dios y qué es la existencia?
Dios es percibido de maneras totalmente diferentes por unos y por otros de tal manera que la pregunta : << creer en Dios>> no tiene verdaderamente sentido: ¿Creer en qué Dios?
¿Acaso los creyentes no hacen que exista el Dios que les conviene? El Dios que desean amar y por el quien quieren ser amados para mantener el tipo ante este mundo caótico, un Dios que les ayuda a estar de pie y que les empuja hacia lo alto. ¿Y los no creyentes no rechazan más bien un Dios que de todas formas ya no existe, que era el gran mago del mundo, hacedor de milagros, y que pasaba el tiempo juzgando a los humanos, a castigarlos o recompensarlos?
En un reciente umero de la revista << Réforme>>, un profesor honorario de teología, escribía:
<< Creer. es aceptar ver en Jesús aquel que, en el nombre de Dios, se dió en la cruz para la salvación del mundo>>
¡Oh la la! Si es así, entonces no soy creyente, puesto que la salvación del mundo, la estamos esperando todavía. Creo, de una manera más simple, que Jesús quiso hacernos comprender que el Dios al que hay que amar era el prójimo, ése que encontramos en nuestro camino. Es cierto que murió. Pero el mundo no está más salvado por ello.
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