Y no se percibe qué pudo haber de extraordinario en ello que provocara esa conversión.
Este misterio puede ser elucidado por uno de los tres relatos de esa conversión que aparece en el libro de los Hechos, en el capítulo 26: se precisa que ese encuentro se llevó a cabo « en hebreo ». Esta presición, sin duda alguna, no es fruto del azar, así que debemos de comprender el diálogo en esa lengua.
Ahora bien, en hebreo, la frase « Yo soy Jesús a quien tú persigues » se escribe literalmente: « Yo soy la salvación que estás buscando ». « Jesús » significa, efectivamente, « Salvación », y « perseguir » se dice mediante un verbo que significa a su vez « ir tras » en el sentido de « buscar ».
Pero Pablo en realidad perseguía a la Iglesia, aunque también estaba en una constante búsqueda de salvación, como podemos ver en sus epístolas. En ese momento Pablo comprende que esa búsqueda de toda la vida se cumple en Jesucristo.
Para nososotros, hoy, convertirse a Cristo, es asímismo entender que en él podemos tener lo que nos permite encontrar un sentido, saberse amado, sobreponerse a la experiencia de finitud y del fracaso personal, así como superar el sentimiento de culpabilidad que nos aplasta, y poder ir más allá del miedo a la muerte.
Jesús es aquel que puede cumplir todos nuestros más esenciales anhelos.
Debemos indicar que para llegar a eso, es necesario ponerse en camino. Y éste viene expresado por lo que precede en el diálogo.
Antes que nada, veamos la pregunta que le hicieron a Pablo: « ¿Por qué? »
Esa pregunta es sin duda la primera que se debe uno hacer para poder avanzar: en vez de vivir sin cuestionarse a dónde vamos, debemos interrogarnos sobre nuestra vida, sobre lo que hacemos e incluso cuestionarnos a nosotros mismos. Si hacemos esto, una reflexión se hace posible, y una brecha en nuestra existencia puede aparecer permitiendo la irrupción del Otro y acoger un nuevo sentido. Dios nos hace avanzar no imponiendo preguntas, deberes y exigencias, sino interrogándonos e invitándonos a hacerlo también.
A su vez Pablo mismo responde con otra pregunta, algo reslmente sabio. Y nos volvemos a encontrar con algo curioso. Pablo dice: « Quién eres Señor? ». Sin embargo Pablo no es un debutante, sabe perfectamente que una voz que viene del Cielo, acompañada de una gran luz que le tira al suelo, sólo puede ser una voz divina. Así que no es que pregunte porque ignore la procedencia de la voz, sino que que se pregunta sobre la naturaleza misma de Dios, el objeto de su fe, ¿quién es « el Señor »?
Ahí también hay que realizar un trabajo esencial: no contentarse con lo que dice el catecismo que se recibe en la infancia, sino que hay que repensar constantemente y cuestionarnos la idea que nos hacemos de Dios. Preguntarnos sobre aquello que creemos fundamental, lo que es esencial para nosotros, sobre el fundamento de nuestra existencia, y el propósito de por qué vivimos.
Así que en tres breves líneas tenemos el resumen de todo camino de conversión, que en realidad se suele extender en un período de tiempo mas largo. Pablo se convirtió cuando terminó ese proceso y comprendió que es Jesús quien responde a todas
esas preguntas.
No se quedará ahí: todavía hay una frase en el diálogo que no podemos olvidar ; enseguida Pablo dice: « Señor, ¿qué quieres que haga? » Es el paso a la acción. La reflexión teológica, la conversión, no son realmente nada si no nos lleva a la acción y al compromiso. Dios es palabra, podemos acercarnos a él mediante la reflexión, el cuestionamiento, pero no debemos olvidar que en hebreo, « palabra » y « acontecimiento » se dicen igual, por tanto ese cuestionarse las cosas no es solamente intelectual, sino al que afecta a todo el ser, y que la respuesta final no es solamente dogmática sino que es existencial.
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