La Biblia en el metro

Unos, curiosos, parecen mirarla. No sé si es con interés o reprobación, es tan difícil, a veces, reconocer una expresión en la cara de un parisino en el metro… Mi primer reflejo es, entonces, dar la vuelta a la Biblia para que no se vea lo que es. Pero, ¿por qué?. Siento vértigo: ¿de repente me avergüenzo de la Biblia ? ¿vergüenza de mi función de pastor? ¿o es por respeto casi integrista laico de la neutralidad del espacio publico?. Os imaginais el vértigo … el balance de toda una vida concentrado en una fracción de segundo. Y todo eso en el metro, en medio de viajeros indiferentes que no se imaginan que mis neuronas se mueven. Afortunadamente llego a mi estación (« Roma » no se puede inventar para un pastor…).Ya estoy en casa, dispuesto a volver a mi reflexión sobre la Biblia , que ha encontrado su sitio sobre la mesa de mi despacho. Entonces, ¿por qué sentí tanta vergüenza como para ocultar mi pobre Biblia?. La respuesta no se hace esperar: no me avergüenzo de la Biblia , pero sí tengo que declarar mi vergüenza de lo que se hizo de la Biblia :Siento vergüenza del cristianismo que da reglas y dogmas sin escuchar el corazón del ser humano;Siento vergüenza del discurso religioso ñoño de unos catecismos o declaraciones de Iglesia Siento vergüenza de la enciclopedia de los errores del cristianismo, de las cruzadas de ayer y de hoy;Siento vergüenza de la pompa del Vaticano y del fundamentalismo protestante;Siento vergüenza de la islamofobia, a veces de los cristianos buscando su identidad;¡Siento vergüenza del cristianismo que nos hace olvidar el Evangelio!

Por tanto, no tengo vergüenza de mi fe, ni tampoco de mi reflexión teológica, ni de mi función, pero tengo vergüenza del Evangelio afeado. La próxima vez llevaré en el metro, junto con mi Biblia bien a la vista, un periódico con su título que suena como un programa y una esperanza: « Evangelio y Libertad ».

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