« Venid y haré de vosotros pescadores de hombres » (Mc 1, 17) Es como si dijera a las generaciones que vendrán después: para comenzar, vais a tratar que el hombre no perezca. Seguidle de la misma manera en que yo lo he hecho, y encontradlo allí donde los otros nunca lo buscarían, en el fango, en la bestialidad, en el desprecio; id a su encuentro y sostenedlo hasta que vuelva a ser un hombre.
Jesús ha unido tan estrechamente la una a la otra, la religión y la humanidad, que ya no puede haber religión sin una verdadera humanidad y que los deberes de la verdadera humanidad no se pueden concebir sin religión.
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