Baruch Spinoza (1632-1677)

Baruch Spinoza nació en Amterdam, en el seno de una familia judía de origen portugués. Fue educado en una escuela religiosa de renombre que le aportó un sólido conocimiento de la Biblia hebrea y de su lengua. Estaba así mismo destinado a ser rabino. Pero se tomó un gran interés por las ciencias naturales y por la filosofía de Descartes. Esta última lo convirtió en alguien muy racionalista que le llevó a dudar de ciertas enseñanzas tradicionales que se impartían en la Sinagoga. Por ejemplo el hecho de que el Pentateuco fuese escrito por Moisés, o que Adán haya sido verdaderamente el primer hombre. A la edad de veinticuatro años fue expulsado de la comunidad judía y de la ciudad de Amsterdam, con la complicidad de las autoridades municipales, calvinistas. Fue condenado como hereje y también de ateo. Se consagró entonces a la filosofía y al perfeccionamiento de sus ideas, viviendo de su profesión de pulidor de lentes para los microscopios. Para no quedarse demasiado solitario, se acercó a los protestantes <>, que no eran los calvinistas más puros, sino más bien los menonitas, descendientes de los anabaptistas y de los miembros de la Fraternidad de los Remonstrantes (creada en 1619 en respuesta a las ideas de Calvino sobre la predestinación).

La única obra suya que apareció estando con vida, en 1670,es el Tratado teológico-político en la cual explica que la libertad de pensamiento no es perjudicial a la piedad ni a la paz ni tampoco a la seguridad del Estado. Propone un sistema político: la democracia, donde defiende sobretodo la libertad religiosa.

Dieciocho capítulos tratan del status de la Escritura y los caminos que hay que emprender para llegar a su verdadero significado. En este libro, Spinoza se presenta como una gran racionalista, que se inspira en el espíritu cartesiano y en la filosofía judía de la Edad Media que como sabemos, estaba influenciada por el racionalismo de Aristóteles.

No ahy lugar en el pensamiento del autor para un conocimiento revelado, o para los fenómenos sobrenaturales, puesto que las leyes de la naturaleza son leyes divinas. Salirse de esas leyes es en realidad salirse de Dios, osea desembocar en la nada.

La Biblia es un documento humano, donde cada una de sus partes pertenece a un lugar y a un tiempo concreto, por lo que es necesario tenerlo en cuenta para comprender que los ritos, las recomendaciones y las creencias sólo tienen valor en el contexto de la época en que fueron enunciados. Por lo tanto hay que volver a la historia del texto desde la que podremos descubrir las intenciones de los autores. Para ello, hay que analizar la lengua, investigar el origen de los escritos, distinguir las variantes, conocer las circunstancias de la vida de los autores y sus preocupaciones, entender el medio social y cultural, comprender a qué tipo de personas se dirigían cuando escribían. Se debe averiguar de qué manera los textos fueron unificados, quién determinó que había que aceptarlos en la colección de los textos sagrados. También hay que confrontar los textos entre ellos, desvelar las contradicciones, las incoherencias y los imposibles.

Spinoza llama a esto la interpretación de la Escritura por la Escritura que nos lleva a no confundir la palabra de Dios con la palabra humana. Este dificultoso trabajo de comprensión no perturba la fe en un sólo Dios que reclama justicia y amor para el prójimo. Al contrario, nos permite distinguir mejor aquello que atraviesa la totalidad de la Escritura de aquello que es puramente conyuctual. Estas ideas, muy rechazadas en su tiempo, inclusive por la mayoría de los protestantes, acabaron sin embargo por tener una repercusión considerable, ya que fueron retomadas de una manera meticulosa por los protestantes liberales alemanes del siglo XIX.

Spinoza fue finalmente el precursor de la exégesis moderna y de una comprensión ilustrada de los textos bíblicos. Enfermo, probablemente tuberculoso, murió prematuramente a los 44 años.

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